Yuna, Santiago García y Juaco Vizuete


La ciencia ficción tiene que ser extraña. Tiene que plantear preguntas. Tiene que incomodar a la sociedad poniendo sobre la mesa cuestiones de actualidad difíciles de tratar desde otro prisma. Tiene que hacer que tu cerebro hierva. Leer ciencia ficción ha de ser por definición una experiencia asombrosa e inquietante. Tiene que mantenerte pegado al sillón aturdido por lo que tienes delante pero con ganas de levantarte para no seguir leyendo, para no llegar a dónde te está llevando. Para no admitir lo que estás viendo. La ciencia ficción ha de ser algo visceral, que nace de lo más profundo del ser humano para expandirse y abarcar los extremos más lejanos de la sociedad. Santiago García y Juaco Vizuete han creado un cómic de ciencia ficción.

Yuna es la relación entre un hombre y una mujer. 

Yuna es una mujer artificial cuya función consiste en hacer compañía a hombres hasta que estos mueren, se cansan o la sustituyen por un modelo más nuevo. 

Yuna es la búsqueda del amor. 

Yuna es un montón de interrogantes encerrados en varias preguntas que se plantean nuestra vida. 

Yuna es sexo. 

Yuna es algo posesivo. 

Yuna es lo que tú quieres que sea, pero no lo sabes.



Con Yuna, como buena historia de ciencia ficción, tardas un rato en saber lo que estás leyendo. Y es posible que al acabar de leer te quede aún algo de esa sensación. Pero eso no es malo. Yuna expone preguntas, saca a la luz emociones muy humanas pese a estar protagonizadas en ocasiones por seres artificiales, pero no da muchas respuestas. Su objetivo es inquietar tu mente. Hacerla salir de su zona de confort y que haga un esfuerzo por plantearse nuevos horizontes, por ver el mundo con otros ojos, por tratar de comprender lo incomprensible. Yuna es mutable, cambia según quién lo lee, incluso cambia según cuándo se lee. No es tan importante lo que ves como la sensación que te produce. Sumergirse en Yuna es quedar atrapado en otra dimensión, es realizar un viaje del que no volverás entero. La falsa languidez de sus páginas te atrapa y te hace pasarlas una a una deseando acabar pero sin querer que haya un fin. Quieres continuar en ese mundo, pero algo en tu interior se inquieta por seguir leyendo. 

Yuna es una historia reposada, de cocción lenta. De disfrutar con tiempo perdiéndose en sus largas páginas en las inmensidades del espacio. O en la profundidad de esa nave espacial gigantesca que los protagonistas encuentran en cierto momento, y que gime y siente de una forma demasiado humana. Colosa. Yuna no se lee en sus dibujos si no en el blanco que une sus viñetas. Lo importante no está en lo que se dice si no en los sentimientos que se adivinan bajo las miradas y los gestos. “Por sus acciones le conoceréis” cobra aquí un nuevo sentido. Más importante que las letras que componen Yuna es la forma que estas obtienen, la vida que reciben. Como casi todo en estas páginas, las propias palabras tienen vida y se inmiscuyen en la historia, afectan a los personajes. Cuando no puedes defenderte de forma física lo haces con palabras, con gemidos, con ruidos. Y es una defensa tanto o más efectiva que la acción física. Y violenta.


Yuna es un cómic profundamente orgánico. Carne y metal se desdibujan. Fluidos vivos manan de la máquina y la vida se abre paso en los rincones más oscuros. En ocasiones, las máquinas son más cálidas que el hombre, buscan con desesperación los agujeros por los que acceder a la vida. Yuna desconcierta al lector con extrañas escenas de sexo que no se molesta en explicar. Forman parte de un mundo que no es el nuestro, aunque tampoco sea del todo diferente. Amor y celos mueven la historia, son el combustible que hace avanzar este extraño artefacto perturbador de mentes.

Yuna es una experiencia de lectura diferente. No es posible leerlo, solamente dejarse absorber por su singularidad y tratar de captar algunos de los mensajes que flotan en el espacio entre viñetas. Hector, Yuna, Colosa no están ahí para contarte nada; tú estás ahí espiando sus vidas agazapado en un rincón oscuro. Como un voyeur. Como un visitante no invitado. Yuna no te tiene en cuenta, tan solo continua su rumbo, la vida se abre camino y tú eres tan solo un espectador casual de la belleza del universo.

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