'Supercómic'. La imparable extensión del tebeo

Portada de David Sánchez 
“El cómic no sucede ya en el vacío de una relación de consumo vertical entre el productor y el consumidor infantil que compra fantasías escapistas. El cómic de Miguel Ángel Martín se articula en una dinámica de relaciones entre lo humano y lo posthumano, entre lo local y lo global, lo cercano y lo lejano, lo vivo y lo muerto, lo sentimental y lo maquinal, que el lector administra atendiendo a códigos que desbordan el artefacto cultural concreto que tiene en las manos. El cómic no es ya un relato, sino un fragmento de código en una comunicación en red continuamente interferida.”

Esto escribe Santiago García, coordinador de Supercómic. Mutaciones de la novela gráfica contemporánea, en la introducción del libro hablando del texto en el que Eloy Fernández Porta habla de la obra de Miguel Ángel Martín. Me he permitido tachar el nombre del autor, no como desprecio, sino como generalización de las palabras de García. Tomemos estas líneas como descripción del lugar que el cómic en su totalidad ocupa hoy en día, un lugar que queda bien patente tras leer Supercómic.

Los cómics comenzaron siendo en su origen un reflejo de la sociedad en la que fueron creados. Tebeos del Capitán América o de Superman presentaban a grandes cantidades de lectores problemas cotidianos, preocupaciones del día a día, la injusticia social, la guerra, la corrupción… incluso tiempo después, cuando ya la autocensura impuesta por el Comics Code había desbaratado esas primeras intenciones, estos temas tuvieron que ser difuminados, pero se resistieron a desaparecer, y siguieron mostrando mediante dibujos coloridos y narraciones fluidas cuestiones de importancia social y cultural, como la creciente multiplicidad racial, las drogas o el temor al desastre nuclear. Esto lo veíamos en los cómics de superhéroes, a la venta en grandes tiradas en cualquier quiosco del país (fuera éste el que fuese), pero también, desde el comix underground se ejercía una crítica social más afilada y con menos cortapisas. Con el paso de los años y la aparición y hegemonía de otros medios como el cine, la televisión o los videojuegos, los cómics fueron entrando en una espiral endogámica que les privó cada vez más de esta visión social, de este carácter de espejo de la realidad que habían tenido.

No ha sido hasta años recientes en que esta faceta del cómic ha podido resurgir mediante el fenómeno conocido como Novela Gráfica, gracias al cual, un autor puede publicar el tebeo que quiere, del modo en que quiere y hablando de temas que hasta ahora parecían imposibles de contar en viñetas. La novela gráfica también ha servido para popularizar de nuevo la historieta, si bien de forma diferente a la que fue. El tebeo ya no es ese producto de precio ínfimo y consumo rápido que se podía encontrar en las estanterías de cualquier quiosco sino que se ha convertido en un objeto cultural en igualdad de condiciones a la literatura o al cine y que por tanto puede encontrarse en cualquier espacio cultural y es susceptible de ser considerado como tal por el público y la crítica.

De este modo, el cómic ha alcanzado un nivel, ya adquirido anteriormente por otras artes, que le permite de nuevo ejercer de espejo de la sociedad, hasta el punto de convertirse en artículo necesario para el conocimiento de una sociedad múltiple y cambiante como la que nos ha tocado vivir. Tratar de entender la cultura, y por extensión una buena parte de la sociedad actual, sin entender, aunque sea de forma tangencial, el cómic, sus formas y contenidos se antoja hoy tan difícil como lo hubiera sido hace unos años sin conocer el cine o hace aún más años sin tener nociones de literatura o pintura. Es este carácter caleidoscópico que posee el cómic en la actualidad el que queda manifiesto en Supercómic y al que aludía la cita antes referida.

Echando un vistazo rápido al tomo, encontramos ensayos sobre autores y su obra como el de Ana Merino sobre el Love&Rockets de los hermanos Hernández, ejemplo del cómic seriado de autor anterior a la novela gráfica; o el de David M. Ball quien presenta la aparente modestia autoflageladora de Chris Ware como rasgo estilístico propio que entronca con cierta historia de la literatura. Enlazando con esta determinación de relacionar el cómic con otras artes, Eloy Fernandez Porta analiza la obra de Miguel Ángel Martín enmarcándola dentro del ciberpunk español de origen castellanoleonés; Jordi Costa pone el foco en la obra de Shintaro Kago desde un prisma cinematográfico como extensión o reflejo de la obra de Antonioni o Dario Argento presentando una larga exposición sobre el giallo y sus factores antes de introducir al autor japonés en la mezcla; y Oscar Palmer reflexiona sobre el cómic noir estableciendo los paralelismos correspondientes con la literatura y el cine negro norteamericano y poniendo especial interés en el cómic noir moderno representado por autores como Garth Ennis o Ed Brubaker.

Por su parte desde una visión historicista, política y social, Daniel Ausente presenta una resumida pero acertada historia de la novela gráfica en España acercándose a la situación sociopolítica del país en sus respectivas etapas; Pepo Pérez sitúa, en uno de los ensayos más extensos del libro, al superhéroe americano en su entorno político analizando la obra de Frank Miller y adscribiéndolo a una corriente histórica que comienza con los primeros tebeos de Superman y acaba con las últimas obras de Joe Sacco; y Fernando Castro Flores examina la violencia de la sociedad actual en paralelismo con los cómics de Alan Moore, Frank Miller y Mark Millar en un texto en perfecta sincronía con el de Pérez

Encontramos también, como es natural,  ensayos sobre temas inherentes al cómic como el de Eddie Campbell en el que escribe sobre la autobiografía como uno de los géneros representativos de la novela gráfica desde el conocimiento que le aporta ser uno de los autores representativos de dicha corriente; o el de Raúl Minchinela que nos habla de la preponderancia de la continuidad y el universo de ficción como elementos inseparables al mundo del tebeo. Es dentro de este bloque de textos sobre el cómic y sus particularidades en donde encontramos M+M el ensayo en el que Max Y Mireia Pérez exponen en una de más brillantes ideas de este libro la labor de un autor de cómic en primera persona y en formato cómic, la voz del autor que ya quedaba en cierto modo representada por Eddie Campbell o Pepo Pérez, pero en el idioma que mejor dominan, la viñeta.

Por último queda mencionar la entrevista que Alberto García Marcos realiza a Emmanuel Guibert, autor de El Fotógrafo y La guerra de Alan, que responde a las preguntas sobre su oficio, su generación y su obra con claridad y optimismo sirviendo a su vez para dar voz al tebeo francés en un libro abastecido mayoritariamente por autores norteamericanos.

Supercómic es un tomo ecléctico que, lejos de ser un catálogo sobre la historia del cómic trata de representar diversas corrientes alejadas y casi opuestas del mundo de la historieta. Este carácter atemático propicia una visión del cómic como un todo. La negativa a presentar un volumen centrado en un ángulo concreto del mundo de la viñeta hace posible que al lector, al leer el tomo en su conjunto, le sea descubierta una visión polifacética del mundo del cómic en su conjunto en el que las obras de un autor influyen a otro aunque aparentemente puedan estar alejadas por kilómetros o años de distancia. Así, hablando de Shintaro Kago, sale a colación Chris Ware, o un texto que comienza mencionando la revista Pulgarcito, acaba hablando de los grandes crossovers editoriales de Marvel y DC. De este modo surge una visión global del cómic como un medio en el que todo tiene cabida y, aunque se compartimente a cada autor o cada género en su lugar correspondiente, destaca una clara interacción entre todos ellos. 

Supercómic ayuda también a eso tan necesario que hablábamos más arriba: involucrar la historieta dentro del conjunto de la cultura, gracias a ubicar el tebeo dentro de otras corrientes culturales mayores y hacerlo partícipe de lo que tiene lugar en la sociedad a su alrededor. Son libros como este los que permiten que el cómic se introduzca poco a poco en la cultura y vaya adquiriendo poco a poco el lugar que le corresponde.



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